Nombrar es difícil, los padres lo saben bien. Decidir un nombre entre distintas opciones es casi un ejercicio público. En la mayoría de las ocasiones necesitamos convencer a familiares y amigos, otras, las menos, nos imponemos y ejercemos la tiranía de nuestra decisión.
Pero lograr el consenso -o la tiranía- no es siempre el mayor problema. Encontrar esas opciones es un dilema de similar magnitud. Varias son las estrategias para su solución. Una muy simple es mantener el mismo nombre del padre o la madre, quizás con un segundo nombre para tener un sello diferenciador, como lo hicieron antes con Pedro Eligio, quien lo hizo con Pedro Pablo, que llamó a su hijo Pedro Rubén, quien hoy lleva a la escuela a Pedro Samuel. Otra, es dejarse influenciar por los hechos que marcan una fecha determinada, ya sea un suceso histórico o el santo del día -aunque a una joven de estos tiempos posiblemente no le gustaría llamarse, por ejemplo, Blasa como homenaje al santo homónimo-. Imitar los nombres de personajes públicos conocidos es otra vía, y así existen muchas más.
Entre tantas alternativas, hay una que siempre me ha llamado la atención: utilizar una letra como inicial de referencia para los nombres de una familia. Claro, en esto puede haber influido que mi madre se llame Ana, mi tío Argelio y mis tías Alicia, Aurora, Aracelis, Aleida y Arelis. Esa inicial del nombre no es solo relevante para quienes siguen dicha pauta, sino también para el acto de nombrar en sí mismo. Las marcadas preferencias por algunas letras sobre otras, lo confirman.
Analizando más de 3 millones de nombres de cubanos provenientes de la base de datos de ETECSA, se puede inferir que la Y, en primer lugar, y la A, en segundo, son las iniciales más utilizadas al nombrar y que la Q -por supuesto, nunca consideramos la Ñ- es la menos apreciada. Las cifras son tales que no sería descabellado decir que cada 10 cubanos, uno empieza su nombre con A y otro con Y.
Sin embargo, en el uso de la Y como letra primada, el patrón no se cumple por igual en hombres y mujeres. En el caso de los chicos, la Y es la cuarta inicial más utilizada, superada, en ese orden, por la J, la A y la R. En las chicas, mientras tanto, la Y es la reina absoluta, con Yanet como el nombre más común entre las mujeres cubanas y 14 nombres que comienzan con esa inicial entre los 100 nombres más populares, por solo 9 en el caso de los hombres.
La preferencia por la Y por parte de los cubanos aún no se explica. Vocablos indígenas, nombres provenientes de otras latitudes o la fonética de otras lenguas, son algunas de las razones que se esgrimen. Otros dicen que es apenas una moda que se hizo viral en una época bien determinada, como hoy lo son algunos memes y videos.
El gusto por la Y al nombrar no ha sido constante en Cuba. Desde 1930 hasta el inicio de los años 60 la Y solía ocupar la posición 20 en un escalafón de las iniciales de los nombres antillanos, pero a partir de 1965 comenzó a escalar posiciones hasta que en 1975 ocupó la primera posición.
Desde 1975 hasta 1995 la Y fue la letra de referencia para comenzar un nombre en Cuba. Este período de tiempo se superpone con aquel que se conoce como la Generación del Milenio, Millennials o Generación Y.
Nombres que comienzan con Y y Generación Y, eso no debería ser coincidencia, pero lo es. El término Generación Y fue acuñado en 1993 en un editorial de la revista Ad Age, cuando ya hacía 18 años la Y era dueña, con distancia, de la antroponimia nacional. Esta generación sucede a la que se conoció como Generación X (nacidos partir de 1960) y le sigue la Generación Z (nacidos desde mediados de los años 90). En ninguna de estas ocurrió la coincidencia de que la X o la Z se encumbraran como inicial a la hora de nombrar.
Entre los millenials cubanos encontramos a las Yanet, Yaima, Yadira o los Yoan, Yoel o Yasmani. Tenemos a Yudeisi, Yuneisi, Yunieski, Yulieski y a otros tantos nombres que resultaron de pequeñas variaciones de uno anterior. También están los famosos: Yotuel, Yipsi Moreno, Yarelis Silva, entre otros. Ellos, superada la etapa viral de los nombres con Y, servirán de referente para nombrar, no por su inicial, sino por su popularidad. Otros, simplemente, en una costumbre de mayor arraigo, heredarán el nombre, y la Y, de su padre o madre.
Hoy parece que estamos en una época de Claudias y Alejandros y la Y pierde adeptos para bautizar a los recién nacidos. Sin embargo, eso no cambiará algo que parece inobjetable: que los Millennials cubanos suelen llamarse con Y. Si no lo creen fijense en mi, que nací en 1980 y me llamo Yudivián.