Nuestro nombre marca nuestra vida e incluso puede definir nuestra personalidad desde el mismo nacimiento. El vínculo entre cualquier persona y su antropónimo es tan estrecho que, solo la idea de llamarnos diferente puede ser, en algunos casos, inaceptable. Claro, esto difiere de la situación de algunos desafortunados, cuyos padres se lo pensaron poco antes de regalar a sus descendientes dianas portables como Angulo, Emeregilda, Gil, Dámasa; u otras combinaciones menos agradables como Alan Brito, Tomás Cao o Dulce Rebollo, por solo citar algunos de los más traumáticos ejemplos.
Desde las primeras civilizaciones, los nombres tuvieron significaciones figuradas o metafóricas, expresando no solo cualidades y méritos, también pertenencia a distintas clases sociales, especificidades de cada historia personal o hasta constancia de defectos físicos. Así pasaba, con los prácticos romanos, quienes incorporaron al nombre personal un prenombre que indicaba el orden de nacimiento (Primo, Segundo, Quinto), y la procedencia, el oficio u otra particularidad.
Pero, dejando a un lado la teorización onomástica, veamos qué sucede en Cuba con una cuestión tan sensible como la de nombrar a los descendientes.
Tras procesar la base de datos de ETECSA y contabilizar los nombres de más de tres millones de usuarios, fue sorprendente descubrir que el nombre de mujer más común en Cuba es Yanet. La versión criolla de Janet tuvo tal auge que desplazó sin miramientos a María, Caridad o Mercedes pasando por años de tradiciones, por modas, por novelas de la literatura, radiales y televisadas, o por influencias de todo tipo, en unos pocos años.
Sin embargo, y aunque la moda de las Y también caló fuerte entre los nombres masculinos en la Isla, los Yunior, Yoel o Yunier, no superaron nunca en cantidad a los nombres formales heredados de la fuerte tradición cristiana. En los datos acumulados para este artículo, el nombre Jorge Luis, el más utilizado por los hombres, supera en alrededor de seis mil apariciones a las Yanet, demostrando que entre los nombres femeninos hay más variedad, y que Jorge Luis, parece ser, por amplia ventaja, el más común entre todos los nombres cubanos.
La forma de nombrar en la Isla hasta finales de la década de 1950 parece signada por el santoral católico. Los nombres clásicos, que responden a la tradición y que fueron heredados de España, país que nos colonizó, eran habituales antes del año 1963, que marcó el punto de inflexión en la manera de nombrar.
Antes de los años 60s, las mujeres solían tener nombres compuestos y la mayoría incluían a alguna virgen. Las madres acostumbraban a utilizar alguno de los nombres de santos y beatos que en cada fecha aparecían en sus almanaques, por tanto, antes de 1950, no hay una uniformidad en los nombres de mujeres, más allá de las constantes María, Caridad o Mercedes.
Si hacemos una línea temporal que divida los nombres de mujeres en antes y después de la Revolución, y los organizamos en cantidad de apariciones, el único nombre que aparece entre los diez primeros en las dos listas es Maritza. Casualmente, en ambas ocupa el octavo puesto.
Los nombres masculinos también seguían la tradición católica antes de 1959, respondiendo al santoral, y utilizando como comodín recurrente nombres bíblicos como José o Juan. Sin embargo, los nombres compuestos no eran tan comunes como los de las mujeres, una costumbre que ahora parece invertirse.
Esta manera de nombrar, aunque siempre regida por el santoral y la liturgia cristiana, tenía sus características distintivas, que marcaban la diferencia en comparación a la propia España u otros países latinoamericanos. Los cubanos resultan devotos, sobre todo, a algunos santos como San Lázaro, Santa Bárbara, la virgen de las Mercedes y la Patrona de Cuba: la Virgen de la Caridad del Cobre. Esta última aparece como nombre común solo, y como parte de nombres compuesto muchas veces en dos versiones: Caridad o De la Caridad.
Mientras más cerca de las festividades de estos santos están los nacimientos, más aparecen los nombres relacionados, que llegan a su punto máximo en el día del santoral. El 4 de diciembre, Día de Santa Bárbara, los nombres más comunes de mujer son Barbara, Bárbara y Barbarita, y entre los hombres aparecen entre los tres primeros dos referencias: Barbaro y Barbarito. Casos similares son apreciables el 8 de septiembre, el 24 de septiembre o el 17 de diciembre.
La costumbre de nombrar siguiendo el santoral llegó a tal punto que no solo se tomaba como referencia el nombre del santo sino que también se utilizaban los términos asociados a dicho personaje. El 10 de diciembre, por ejemplo, los nombres femeninos más utilizados son Mérida, Eulalia y Loreta. Ese día, según los santorales publicados en Cuba en el Almanaque Cubano de 1921 y el Almanaque Campesino de 1946, se venera a Nuestra Señora de Loreto y a Santa Eulalia de Mérida. Incluso, las ciudades de donde provenían estas figuras marcaron la vida de muchas mujeres nacidas ese día.
Antes de 1959 llamarse Fidel no era muy común. De hecho, después de ese año tampoco fue muy utilizado para nombrar a los cubanos. Sin embargo, superó con creces a otros nombres de varón de ese año. Todo un pueblo agradecido, olvidó por esa vez el santoral y nombró a sus hijos como el líder de los rebeldes.
El pico de apariciones de los llamados Ernesto también fue impulsado por un hecho: en 1968, justo cuando estaba reciente la noticia de la muerte de Ernesto “Ché” Guevara, la historia comenzó a influir más que los santos entre las madres y los padres cubanos.
Tanto es así, que si miramos día por día los nombres más comunes en Cuba, sumando los nacidos entre 1930 y 1997, veremos que casi todo el año predominan las referencias al calendario católico, pero hay varios días en que las influencias nada tienen que ver con la iglesia, y son muy notorias.
El 13 de marzo, el nombre José Antonio supera a los demás, en homenaje al líder juvenil que dirigió en esa fecha de 1957 las acciones contra el Palacio Presidencial y la emisora Radio Reloj. El 28 de octubre Camilo, el 7 de diciembre Antonio o el 10 de octubre Carlos Manuel, demuestran que en la Isla se gestaba una conciencia nacional relacionada con su historia pasada y reciente.
Los años 70 significaron el fortalecimiento de las relaciones con la Unión Soviética, a tal punto que el idioma ruso era estudiado en las escuelas cubanas y que los nombres de la lejana potencia socialista europea empezaron a aparecer en la antroponimia cubana. Los nacidos en esa década, sobre todo los hombres, empezaron a llamarse Alexis, Alexander o Vladimir. También había Tatianas y Katiuskas, pero no tantas como para desplazar a los otros nombres femeninos, algo que sí sucedió entre los varones.
Según los datos de los usuarios de ETECSA, ya en el 77 comenzaron a emerger los nombres con Y. Yanet y Yaima habían llegado para quedarse, y en los años siguientes, sobre todo a principios de los 80s, su popularidad aumentó. Los cubanos empezaron a utilizar su creatividad y convirtieron sonoridades foráneas en nombres únicos, a la vez que incorporaron referencias de la televisión a la hora de identificar a sus hijos.
Michael Jackson, el Rey del Pop, alcanzó su fama internacional a finales de los años 70s y Cuba quedó deslumbrada, igual que el resto del mundo, por la voz, el baile y las historias detrás del cantante. En 1980 -y hasta 1984- el nombre de varón más utilizado para los recién nacidos fue Maikel, una de las versiones cubanas, aunque no la única.
Del año 1986 al año 1988, se impuso como tendencia llamarse Yasmany. Esta manera de escribirlo fue la más popular, sin embargo, Yasmani también era muy común en la época y los dos nombres muestran un comportamiento similar en su curva de apariciones. Así también sucede con Joel y Yoel, aunque con Y es más común, las dos versiones tuvieron su auge a la vez. Lo importante para los cubanos a la hora de nombrar parece ser, más allá de la ortografía, el cómo se escucha.
La última década del siglo pasado sirvió para posicionar a Alejandro entre los nombres de varón de la Isla. Aunque es muy reciente, y no entró entre los diez más comunes en Cuba, si estuvo en la cima desde el año 1989, y hasta la última fecha de la cual reportamos información: 1997. Daniel y Adrián también comenzaron a ser frecuentes, acompañados de Jorge Luis, el único nombre que se mantuvo casi siempre entre los favoritos desde 1960.
Las teleseries transmitidas por la televisión cubana, provenientes de otras latitudes, también marcaron tendencias en la Isla. Laura, Claudia, y Eliany se volvieron virales entre los nombres de mujer en Cuba de los años 90s, impulsados por las telenovelas brasileñas o colombianas en transmisión. Incluso, la realeza británica se coló entre las cubanas, y apareció Dayana, la versión criolla de Diana, para demostrar la simpatía por la princesa de Gales.
El regreso a los nombres compuestos, la feminización de nombres masculinos –Alejandra, Carla, Daniela- y el uso de nombres típicos de otros idiomas, parecen ser la tendencia actual. Sin embargo, cosas que suceden todos los días, nuevos famosos, nuevas telenovelas, nuevas series y nuevos contextos, continuarán marcando pautas en la manera de nombrar en Cuba. Aunque no aparecen en estas gráficas, conocemos pequeñas llamadas Shakira, o niños que llevan los nombres de ídolos del fútbol, como Cristiano, Ronaldo o Lionel.
Recorrer la historia de los nombres en nuestro país resulta una manera de conocer, desde otro punto de vista, los momentos vividos por los cubanos. Esta revisión, que contempló a cerca del 30% de los habitantes de la Isla, nos mostró algunos datos curiosos y otros sorprendentes, y también nos llevó a confirmar viejas certezas.